19 julio 2005

Operación Triunfo: ¿tongo?

Si rebuscamos en la memoria de este programa, recordaremos que ya, en la primera edición hubo protestas y acusaciones: uno de los concursantes se quejaba de haber salido de la casa de forma un poco, digamos, poco limpia. Meses más tarde, quizá un año, otro de ellos denunciaba en una de sus canciones cláusulas abusivas en su contrato con la discográfica, que habían producido que no subiera tan alto como supuestamente podía haber subido.
Me hago eco de esto no porque crea ni deje de creer en lo que se dice y en lo que se pensaba publicar, parado por la productora del concurso, por cierto (ver link), sino porque desde mi punto de vista esto no es ni más ni menos que un concurso musical más. Y no sé el resto de los concursos (supongo que será poco más o menos lo mismo), pero los concursos musicales que he conocido no son precisamente un modelo de limpieza.
Me explico, porque puede parecer que esté poniendo a parir al sector y tampoco es cuestión: cuando uno organiza un concurso busca algo. Y ya sabe qué algo busca. Hasta ahí todo normal. Parece normal, por tanto, que se vaya descartando lo que no se ajusta a lo que uno buscaba. Y lo es.
Pero lo que no lo es tanto es el método: por dos veces, hace años, participé en un concurso a nivel local. La primera lo ganó (en la final) el concursante que menos lo merecía de todos los que habíamos llegado. Hermano de otra concursante, se ocultó ese dato hasta el momento de su elección (y si no estaba fuera de las bases el que pudieran presentarse dos miembros de la misma familia, ciertamente no veo razón para ocultarlo por parte de la organización). Por otra parte se relacionaban los dos mucho (demasiado para conocerlos sólo de un par de concursos más, como mucho) con los músicos y los organizadores. Él más que cantar, destrozó la banda sonora de Ghost (Unchained melody). No es una crítica de mal perdedor, pero aún reconozco cuando alguien desafina y creo que aquel hombre debió afinar tres notas a lo sumo. Ganó el concurso. Su hermana hizo lo propio con Aprendiz (Malú), muy de moda aquel año. Quedó segunda. Y yo fallé en el último estribillo de My heart will go on (Titanic), que por cierto, cantaba un par de tonos más alta que el original porque no pude encontrar otra versión instrumental mejor. El otro concursante, que, por cierto, también fue con Unchained melody (aunque creo que según las bases no podía haber dos concursantes con un mismo tema. Este hombre, además había avisado del tema que llevaba mucho antes, a mí me lo pidieron un mes antes de la final, justo al terminar la primera fase) bordó su interpretación, tenía una voz prodigiosa y nos puso a todos los pelos de punta. Para los dos no ganadores no hubo ni aplauso de consolación.
No cuento esto por dar pena, sino por entrar en situación. Este concurso, que repetí al año siguiente con idéntico tongo (mi competidora ya tenía un trabajo editado y además era buena amiga de los músicos de la productora) se evaluaba mediante "el aplausómetro de japón": es decir: según les pareciera a los músicos y la presentadora.
Pues aquí supongo que pasará poco más o menos de lo mismo, solo que a nivel profesional y, claro, mucho mejor montado.
Sin embargo no me extraña. Los concursos musicales son así.

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