05 julio 2005

Sigue bajando la reserva de agua, sobre todo en la mitad norte de España

Empezaré diciendo que, desde mi punto de vista (profano hasta dejárselo de sobra), la sequía de este año no es tan grave como la pintan.

Aún recuerdo la última (no puedo precisar el año, ya que era bastante jovencita) y aunque es cierto que en la niñez las cosas se perciben distorsionadas, recuerdo que fue bastaaaaaaaaante más dura. Dura hasta el punto de tener prohibición expresa de la comunidad de vecinos (y en el veraneo en el pueblo para qué contar) de tirar globos de agua (con lo que aliviaban en las siestas del mes de agosto). No se podía regar, las piscinas mejor ni nombrarlas... ¡ni siquiera se podía lavar el coche!.

Es cierto que este año no ha caído ni una gota durante todo el invierno (doy fe), que con las heladas de diciembre y enero, los campos están agostados, abrasados y yermos, pero seguimos abriendo piscinas municipales y privadas (salvo en algunas zonas de España), seguimos lavando los coches, se riega, aunque con precauciones...

Leo que han bajado las reservas de agua, sobre todo en el norte de España, y que la situación es preocupante. Bien, yo tengo una teoría (no sé si cierta o errónea) sobre ello. Parece lógico que llueve más en el norte que en el sur. De hecho, en Galicia ha llovido muchísimo más (infinitamente más, si vemos lo que ha llovido este año en Madrid o Andalucía) que en el sur. Y sin embargo, las reservas de agua bajan a un ritmo vertiginoso, mucho más rápido en el norte que en el sur del país.

A mi juicio todo esto se basa en la concienciación y en la cultura: por si antes no teníamos claro en el sur que el agua es un bien preciadísimo y escaso y que nos hace casi más falta que el respirar (provengo de un pueblo cuya agricultura se basa en el cielo, es decir, miramos al cielo para saber si lloverá o no y los olivos, de secano, darán buena, mala o no darán cosecha), a raíz de aquella última sequía en los años 80, nos quedó grabado a fuego. En el sur estamos concienciados casi hasta lo enfermizo (con excepciones, como en todas partes) del ahorro de agua, de cerrar el grifo casi en cuanto lo abrimos, de ducharnos en lugar de bañarnos, de reciclar y reutilizar el agua para regar parques y jardines... en fin muchísimas cosas.
No digo que esto no suceda en el norte, sino que se hace a otro nivel. Esto es un poco como el cuento de Pedro y el lobo: creemos que eso no nos va a tocar, que llueve lo bastante, que estas escaseces sólo se pasan en Andalucía. Y nos olvidamos de que en Aragón hay un desierto. Y gastamos con mucha más alegría que en el sur, porque en el sur nos hemos acostumbrado a pensar que seguramente el año que viene no tendremos agua y, sin embargo, en el norte confiamos en que la lluvia va a venir pronto y abundante. Y claro, gastamos a mayor ritmo porque pensamos que no se nos va a acabar.

Y se acaba, señores, se acaba...

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